Ya he comentado alguna que otra vez que mis cuatro años fuera de España han enriquecido mi cocina. Más que eso, ya que fue ahí cuando empecé a cocinar de verdad. Durante ese tiempo, diría que más que hacerme más sabia en gastronomía, me he dado cuenta de lo poquito que sé y conozco, de mis limitaciones, y por eso estoy sedienta de aprender cada día recetas y maneras nuevas.
En fin, que no me quiero enrollar filosofeando sobre las ventajas del mestizaje de culturas y la riqueza que aporta, sino contaros una anécdota.
Durante mis últimos meses en Dublín compartí piso con una chica libanesa. Cuando su madre vino a visitarla y se quedó unos días con nosotras descubrí la cocina de su país y me enamoré de ella -de la cocina, no de la madre.
Recuerdo con especial énfasis el Manakish Za'atar, que es un pan árabe con especias. Y entre esas especias la que me volvió loca fue el Sumac.
El sumac -Rhus coriaria- tiene un color peculiar y un sabor algo cítrico. En los países de Medio Oriente ya se utlizaba antes de que llegaran a tener limones y también participó en la cocina de los Romanos.
Desde que volví a Barcelona no he dejado de buscarla, sin éxito alguno. Allá donde voy me miran con cara rara y me dicen que no lo conocen. Ayer incluso, en una tienda de tés y especias de Gràcia, donde tenían una bonita variedad, la mujer que me atendió lo tuvo que buscar en Google para decirme "Ah, pues sí que existe!". Sin comentarios...
Después, sin mucha esperanza fui a un conocido restaurante sirio de la zona para ver si me podían decir dónde lo compraban y... bueno, no conseguí el proveedor pero me dieron un poco para llevarme :)
En fin, mi aventura para encontrar sumac en Barcelona no termina -me resisto a comprarlo online- pero pronto colgaré la receta libanesa que tanto me gustó.
Ni qué decir tiene que, si alguien sabe dónde puedo conseguirlo, le estaría bastante agradecida.
