Lo cierto es que este año ha llegado lleno de novedades y agradables sorpresas, múltiples propuestas y muchísimo apoyo, así que GRACIAS.
Antes de la receta, quiero hacer un breve repaso de las últimas novedades, la mitad de las cuales todavía no me creo...
A principios de año me propusieron publicar un libro con las recetas de Cocina para Emancipados y éste salió al mercado a mediados de Febrero (por cierto, momento #autopromo, recordad que ahora se acerca el Día del Libro / St. Jordi...).
A finales de Febrero se lanzó el Concurso Gastroblogs organizado por Cocina.es. Gracias a vuestros votos conseguimos quedar entre los 15 finalistas y hace dos días se publicaron los ganadores: ¡Cocina para Emancipados está en Tercer lugar! Desde aquí felicito también a Rosa, a Roger, a Susana y a Ivana y al resto de finalistas. El jurado no lo tuvo nada fácil, yo había hecho mis propias cábalas y sigo pensando que tanto Paco como Cristina merecían estar entre los ganadores (yo no imaginaba estar ahí!).
En tema de números... Evidentemente el número de visitas se ha triplicado, ya somos más de 3500 seguidores en Facebook y más de 550 en el blog...
Por último, una propuesta muy especial y que me hace especial ilusión: A partir de ahora, colaboraré con la sección Gourmet's de ElPeriodico.com. Ya podéis ver algunas de mis recetas por allí.
Así que por todo esto, GRACIAS de nuevo. Desde aquí también quiero agradecérselo a mi familia, que no veáis el bombo y platillo que le están dando al libro y lo mucho que me ayudan ;)
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Ahora sí, inciso emocial finito, paso a hablaros de la receta. Ya os comenté anteriormente que hasta este año siempre había odiado la remolacha. Odiar en el sentido de no soportarla, ni mirar con buenos ojos a quien la comía.
Aaaay... qué ignorante... Cuando probé una buena remolacha, flipé. Me obligué porque estaba en una clase de cocina y siempre aprovecho estas clases para (re)descubrir sabores. Cuando cogí un trocito, muy cautelosa, esperando encontrarme con un sabor desagradable, la sorpresa no pudo ser mayor. ¡Pero si eso estaba bueno y todo! Sí, sí, desde entonces, esta es mi segunda receta con remolacha, que sé que no causa mucha sensación y no suele levantar pasiones, pero confío en que alguien me haga caso y se lance a probarla...
En esta ocasión, os traigo un delicado pero intenso carpaccio. Las remolachas que he utilizado para la ocasión son cortesía de la empresa Pascual, la cual me invitó (junto a otros bloggers de categoría estratosférica) a visitar sus instalaciones en Murcia. No me voy a enrollar porque esto ya os lo conté, pero después de la visita nos enviaron una muestra de sus productos para que los probáramos. No nos pidieron escribir sobre ello, pero no puedo dejar esta receta en el olvido, así que allá va... ¡Dejaos sorprender!
Ingredientes:
- Remolacha*
- 1 chalotas o cebollas tiernas
- Queso feta en aceite
- Aceite de oliva virgen
- Pimienta (opcional)
* Las remolachas que yo he utilizado ya estaban marinadas, con pimienta y especias, teniendo un sabor muy especial, pero también se puede hacer con remolacha fresca.
Corta la remolacha pelada a láminas finas y disponlas en un plato o fuente.
Pela las chalotas o cebollas tiernas y córtalas a dados pequeños. Repártelas por encima de la remolacha.
Desmenuza el queso feta y repártelo por encima.
Rocía con un hilo de aceite de oliva virgen y rectifica de pimienta si fuera necesario (en principio al llevar feta no necesita sal).